viernes, 2 de mayo de 2014

Manuel Gálvez - La buena palabra

I
Para Ti nuevos versos. Pues en Ti hallé ¡oh Amada!
Sendero de placeres para cruzar la vida;
Por Ti encontré una interpretación al universo;
Por Ti creo y espero con serena alegría.
II
Antes he sido uno de tantos infelices
Que aguardan en los libros encontrar su camino,
Y  que los años dejan transcurrir vanamente
Mientras les pudre el alma cáncer de pesimismo.

III
La conciencia para ellos es un perro que ladra;
Su voz áspera y ronca sólo en la sombra escuchan,
Y si leen algún día de su alma en el fondo
Apenas deletrean esta palabra: ¡nunca!

IV
Otros viven y viven y sin saber si viven…
Jamás han indagado lo que sigue después;
Se aturden en la feria sin mirar un instante
La ruta que concluida ya no se vuelve a ver.

V
Hay muy lejos, tal vez muy cerca, una comarca
De la cual sólo el nombre se sabe: Eternidad.
Comarca misteriosa, más allá de los mundos,
Más allá de la vida, más allá, más allá…

VI
Eternidad existe desde el principio mismo,
Está en el alma humana y es del mundo la esencia,
Nos penetra, nos llena de misterio y de ensueño
Y nos llama a anegarnos en su ánima inmensa.

VII
¿Cómo es que tantos hombres viven indiferentes
Sin saber que ellos mismos son parte de lo eterno?
Tales hombres no viven con la vida del alma:
Viven ¡ay! Carnal vida como si fuesen perros.

VIII
¡Oh que insensatos somos! Siendo el camino breve
Lo andamos cual si nunca se acercara el final,
Sin acordarnos que Ella nuestros pasos acecha,
Sin saber si es Mañana, si es Hoy cuando vendrá.

IX
Busquemos en los nimbos ignorados del alma
La región que pudiera redimir nuestro ser,
Y ahogando al hombre antiguo infundir en el nuevo
Los tercos e indomables alientos de la fé.

X
Por eso, amigos míos, yo vengo aquí a deciros
Palabras de ideales, de acción y de esperanza.
¡Oidme mis amigos! Mis palabras son viejas
Pero hace mucho tiempo tal vez que no se hablan.

XI
La vida es plenitud de amores y de ideales,
Pero ¡ay! Los mismos hombres las tornan dura y triste:
Crean necesidades, se encombran de inquietudes
Y complican las cosas que de suyo son simples.

XII
¿Acaso no tenemos que cumplir un destino?
¿No es este el fin más alto sobre los fines todos?
¿Porqué nos preocupamos pues de lo secundario
Y olvidamos que hay algo más esencial: lo otro?

XIII
Hay gentes desdichadas que se pasan la vida
Planeando del mañana mil y una pequeñeces
En lugar de exprimir la íntima belleza
Que en las horas actuales nos ofrece el presente.

XIV
Porque en todas las cosas del Universo, en todas,
Puso algo de hermosura la voluntad de Dios.
Y así para no ser infelices busquemos
La gota de belleza que contiene el dolor.

XV
¡Belleza del dolor! Santa y honda belleza:
Belleza de la resignación cristiana y muda:
Belleza en bendecir los males corporales,
Las tenaces miserias, las más hediondas pústulas…

XVI
Dolores y placeres pasan por nuestras almas
Cual por una ventana pasan todos los vientos.
No cerremos las hojas; que entren los vientos todos:
Vivamos vida plena gozando y sufriendo.
XVII
Dentro de cada uno llevamos una víbora
Que nos deja su horrible ponzoña sobre el alma.
Preciso es, si queremos ser en verdad felices,
Sacarnos esa víbora que es la soberbia humana.

XVIII
Sí, sí; los hombres todos, los grandes, los que forman
La escoria de la raza, todos serán felices
Cuando reine en la tierra la bondad, cuando todos
Alcancen el pináculo moral de ser humildes.

XIX
¿Y el amor? Ah, si cada ser humano olvidara
Ese absurdo egoísmo que para el mal nos mueve,
Se llegaría, dándoles el más alto sentido,
A embellecer la vida y a dominar la muerte.

XX
Y por fin mis amigos yo quisiera alabaros
La fe, la más preclara de todas las virtudes;
La fe que es un camino real hacia el infinito,
Por donde los ensueños pasan en muchedumbre.

XXI
La fe es un santo dogma para las almas simples,
Es como un logaritmo de pura idealidad,
Es una impenetrable coraza de misterio
Contra las realidades y contra Calibán.

XXII
He concluido. Y ahora vuelvo hacia Ti mis labios
Para hacerte la ofrenda de mi buena palabra,
A Ti que llevas dentro de tu alma un divino
Tesoro de ideales, de amor y de esperanza.

XXIII
Y a Ti oh Amada, vaya todo este libro mío,
Y humildemente, como conviene para él:
El pobre libro mío que si algo tal vez vale
Es porque tú le diste los ideales, la fe…

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