martes, 13 de agosto de 2019

El hombre iluminado de Anthony de Mello



A continuación, transcribo un fragmento del libro El camino hacia el Esplendor de varios autores, específicamente, el capítulo cuestionado cuyo autor es Anthony De Mello SJ (Bombay, 1931— Nueva York, 1987).

El hombre iluminado


Despertarse es la espiritualidad, porque sólo despiertos podemos entrar en la verdad y descubrir qué lazos nos impiden la libertad. Esto es la iluminación. Es como la salida del Sol sobre la noche, de la luz sobre la oscuridad. Es la alegría que se descubre a sí misma, desnuda de toda forma. Esto es la iluminación. El místico es el hombre iluminado, el que todo lo ve con claridad, porque está despierto.
No quiero que os creáis lo que os digo, porque yo lo digo, sino que cuestionéis cada palabra y analicéis su significado y lo que os dice en vuestra vida personal; pero con sinceridad, sin autoengañarnos por comodidad o por miedos.

Lo importante es el Evangelio, no la persona que lo predica ni sus formas. No la interpretación que se le ha dado siempre o la que le da éste o aquel, por muy canonizado que esté. Eres tú el que tiene que interpretar el mensaje personal que encierra para ti, en el ahora. No te importe lo que la religión o la sociedad prediquen.

La sociedad sólo canoniza a lo que se conforman con ella. En el tiempo de Jesús y ahora. A Jesús no pudieron canonizarlo y por ello lo asesinaron. ¿Quiénes creéis que lo mataron? ¿Los malos? NO. A Jesús lo asesinaron los buenos de turno, los más respetados y creídos en aquella sociedad. A Jesús lo mataron los escribas, los fariseos y los sacerdotes; y si no andas con cuidado asesinarás a Jesús mientras vives dormido.

¿Y cómo sabré si estoy dormido? Jesús os lo dice en el Evangelio: “¿Por qué decís Señor, Señor, si no hacéis lo que os digo?”. Si no hacemos lo que Dios quiere y nos dedicamos a fabricarnos un Dios “tapa agujeros”, es que estamos dormidos. Lo que importa es responder a Dios con el corazón. No importa ser ateo o musulmán o católico; lo importante es la circuncisión y el bautismo del corazón. El estar despierto es cambiar tu corazón de piedra por uno que no se cierre a la Verdad.

Si estás doliéndote de tu pasado, es que estás dormido. Lo importante es levantarse para no volver a caer. La solución está en tu capacidad de comprensión y de ver otra cosa que lo que te permites ver. Ver lo que hay detrás de las cosas. Cuando se te abran los ojos, verás cómo todo cambia, que el pasado está muerto y el que se duerme en el pasado está muerto, porque sólo el presente es vivo si tú estás despierto en él.

Metanoia quiere decir despertarse y no perderse la vida. Es vivenciar el presente. Para saber esto hay un criterio: ¿Tú sufres? Es que estás dormido. Es igual que sepas muchas cosas y te dediques a salvar a las personas. “El ciego que guía a otro ciego” quiere decir que los dos están dormidos. Si sufres es que estás dormido. Me dirás que el dolor existe. Sí, es verdad que el dolor existe, pero no el sufrimiento. El sufrimiento no es real, sino una obra de tu mente. Si sufres es que estás dormido porque, en sí, el sufrimiento no existe, es un producto de tu sueño; y si estás dormido, verás a un Jesús dormido, que tú te has imaginado, que nada tiene que ver con el Jesús real, y eso puede ser muy peligroso.

Calderón dice: “Todo es según el color del cristal con que se mira”. Si estás dormido no serás capaz de ver más que cosas dormidas, y no te darás cuenta hasta que despiertes. Pasará la vida por ti sin que tú la vivas.

Si tienes problemas es que estás dormido. La vida no es problemática. Es el yo (la mente humana) el que crea los problemas. A ver si eres capaz de comprender que el sufrimiento no está en la realidad, sino en ti. Por eso, en todas las religiones, se ha predicado que hay que morir al yo para volver a nacer. Éste es el verdadero bautismo que hace surgir al hombre nuevo. La realidad no hace problemas, los problemas nacen de la mente cuando estás dormido. Tú pones los problemas.

Anthony  De Mello [1]


Mi respuesta:

Me gusta hacia donde apunta el texto que me compartieron, pero creo necesario hacer algunas aclaraciones.

En primer lugar, me parece muy importante no inventarse problemas. Los autoengaños y los miedos son habituales. Los tenemos todos y cuesta deshacerse de ellos. Una actitud realista, de apertura al prójimo, muchas veces nos devuelve la objetividad. Y al mirar la realidad de otras personas, disminuye la importancia que le damos a nuestros autoengaños y miedos. Digamos que es una consecuencia muy positiva de la Caridad.

Sin embargo, no concuerdo con el autor que pone en pie de igualdad a “la religión” con “la sociedad”. Justamente porque “la religión” NO ES “la sociedad” es que crucificaron a Jesucristo. (La sociedad bien podría ser lo que habitualmente llamamos “el mundo”, siguiendo el evangelio) .

Jesucristo mismo antes de ser crucificado, antes de entregarse por cada uno de nosotros, tomando la vergüenza desnuda de Adán y transformándola, fundó la Iglesia en el apóstol san Pedro. No en una roca específica, sino en lo que hoy llamamos sucesión apostólica.

Por eso mismo, SI es importante y completamente relevante para tu salvación si conoces a Cristo, y conocerlo es creer que es el Único Hijo y persona de la Santísima Trinidad. Y que por Él únicamente se llega al Padre. (Jn 14:6) No se llega negando que está presente en la eucaristía (protestantismo) ni diciendo que fue el profeta anterior a Mahoma (musulmanes), ni que fue un iluminado (sectas new age).

Pero algo que también me llamó la atención es lo que dice este autor acerca del sufrimiento.

"El sufrimiento no es real, sino una obra de tu mente".

Es un burdo engaño creer que solamente porque nos lo proponemos dejaremos de sufrir por nuestra propia voluntad. Basta mirar al prójimo para anoticiarnos que vivimos en un “valle de lágrimas”, si es que no hemos podido ver en nuestra propia vida todas nuestras debilidades que merecen ser regadas con la sangre de Cristo para poder elevarnos en Su encuentro al sanarlas. Basta con ver a nuestros hermanos en situación de calle, muchos con daños psicológicos permanentes, a las personas enfermas que no pueden sanar, a las familias de estas personas sufriendo y encontrando consuelo en la esperanza de la oración. Basta ver cómo hay países enteros que no salen de su postración, que se entregan a los manejos de sus gobernantes adictos al poder. Como hay grupos de presión que financian el adoctrinamiento de los niños, como los eliminan en el seno materno. En fin. No es necesario continuar para probar este punto.

Y como lo que rezamos es lo que creemos. ¿Acaso no rezamos en el Salve “a tí suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas”? ¿Acaso no nos proponemos, una y otra vez, salir al encuentro de quienes por sus propias fuerzas permanecen en ese Valle de Lágrimas que es la vida sin el Señor, una vida privada no sólo de lo necesario para sobrevivir sino de lo necesario para estar vivo?

Respecto a lo que dice del sufrimiento, los invito a leer el libro de C.S. Lewis El problema del dolor. Coincide, en parte, con este autor en que “aún cuando con frecuencia creamos haber amansado al rebelde <<Yo>>, seguiremos encontrándolo vivo. Este proceso no es posible sin dolor, como atestigua suficientemente la misma historia de la palabra <<mortificación>>”.

Algunos ascetas han recurrido a la mortificación para eliminar el dolor. No emito mi opinión al respecto de tales prácticas. Sólo basta decir que se encuentran en el catecismo y no necesariamente tiene que ver con la película de Dan Brown, donde un personaje se recluye para darse azotes.

Como dice Lewis: “Rendir la propia voluntad inflamada e hinchada durante años de usurpación es, sin embargo, una especie de muerte”. (p. 107) Es esta muerte la que da lugar a una vida nueva de espiritualidad. Es decir, a una vida nueva de relación con el Amor vivo de nuestro Señor Jesucristo.

Si tenes problemas no es porque estás dormido, según dice este autor. Si tenes problemas es porque estas vivo y porque debes salir adelante, confiando en el Señor, con un actitud despierta del corazón entregado a Su Plan.

La sociedad seguirá "canonizando" a manipuladores, a políticos inescrupulosos, a ideólogos de la revolución. Pero la Iglesia seguirá teniendo ejemplos de hombres que hicieron de su deseo de amor por Dios toda su vida: los Juan Pablo II, las Santa Teresa de Calcuta, los Santo Domingo de Guzmán, los Cardenal Newman. Modelos para nuestra vida que, en el sufrimiento, desea entregarse al Amor verdadero y sanador de Jesucristo.



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